Los cinco mejores videojuegos de terror
La Biblioteca del Fin del Mundo - 15º Capítulo
Podés ver el 14º capítulo de la Biblioteca del Fin del Mundo en este LINK.
¿Cuáles son los mejores libros, cómics y películas de la historia? En esta serie creada por El Santa (santaplix_el_santa), un muchacho escapa con su carpincho (sí, leíste bien) a través de un mundo posapocalíptico mientras hace la lista de textos a salvar en su... ¡Biblioteca del Fin del Mundo!
Arami huía por las calles inundadas del centro de Trelew. Escapaba de Milgentes y sus más de cien cuerpos. Ella no sabía por qué la estaban buscando, pero corría por su vida. Milgentes no sabía exactamente por qué la perseguía, pero lo hacía para preservar su vida. Unas cuantas manzanas al sur, Mahapu y Machuca salían de una farmacia donde se habían ocupado de curar el balazo en la pierna del muchacho. La ciudad sin servicio eléctrico desde el accidente de las tres esferas estaba a merced del atardecer. El silbido bajo y constante del viento patagónico que se escurría entre los restos del cadáver del canucal y entre los restos de la ciudad, enmascaraba el murmullo de Milgentes que imitando al viento parecía llenar cada recodo, pasaje y vereda. Que alguno de sus cuerpos diera con la ladrona y el bibliotecario era cuestión de minutos.
La luz menguante del final del día en los reflejos del agua parecía un eco del pelaje de Arami. En otras circunstancias hubiese sido una hermosa composición, pero ahoral, mientras ella corría, nada de eso importaba. Muy por el contrario, las calles anegadas hacían que correr fuese una tarea inmediatamente agotadora. Algunos cuerpos de Milgentes se lanzaron sobre ella desde las ventanas de algunos edificios. Al parecer podría afrontar un par de suicidios si con eso conseguía capturarla.
Mahapu y Machuca estaban acorralados. Habían quedado encerrados en un pasaje cerrado. El muchacho forcejeaba con una puerta oxidada, única posibilidad de escape en ese pasillo ciego, mientras ella contenía la embestida de Milgentes. Cada uno de sus golpes podía desmayar o quebrar algún hueso. Pero aun así, la tarea de contener a su adversario era imposible. Sus nudillos se despellejaron de tanto golpear. Tenía dos dientes de quién sabe quién incrustados en el hombro. Con el talón quebró la mandíbula de un Milgentes caído. Avanzó un paso. Machuca logró abrir la puerta, pero el alivio duró solo hasta que sus ojos se acostumbraron a la penumbra del interior y pudo distinguir, entre algunas estanterías de metal, el cuerpo deforme y enloquecido de un fusionado. Con el Tege desaparecido, un monstruo preparando para atacar y un ejército de “zombis” a su espalda, Machuca esbozo una pequeña sonrisa y suspiró pensando “Estoy metido en un videojuego de terror”.
Visage (2020)
Este juego de horror, comienza con una escena en primera persona muy mala leche para después saltar directamente a la poco agradable tarea de explorar una casa enorme. Una de las cosas más aterradoras de este juego es que uno no sabe qué debe hacer. Y poco a poco la realidad nos va jugando una mala pasada.
Amnesia: Rebirth (2020)
Esta segunda parte se ambienta en 1930. Un accidente da inicio a la aventura. El sol te mata, la oscuridad te hace alucinar y los monstruos están siempre en el rabillo del ojo. Dejo a los relatos de Edgar Allan Poe o H.P. Lovecraft, que siempre se agradece.
Slender: The Eight Pages (2012)
Tan básico como efectivo. Esto que casi no llega a ser un videojuego, te empieza a comer la cabeza desde antes de comenzar a jugar, ya que Slender es una leyenda urbana que hizo sus buenos estragos en el mundo real.
The Evil Within (2014)
Del creador de Resident Evil, Shinji Mikami. Una aventura de accion y terror clásica y efectiva. Un investigador. Penumbras y un hospital abandonado. Una escopeta en la espalda y apariciones. Qué más se puede pedir para saber si uno tiene algún fallo coronario.
The Cat Lady (2012)
Susan Ashworth quiere suicidarse. Ese es el inicio del juego. Y ese debería bastar para que te adaptes a su particular estética. Pero si este punto no te saca de la historia, vas a poder disfrutar muchísimo con esta historia de asesinatos y decadencia. Es como estar adentro de un videoclip de Radiohead.
Arami intentaba salir del valle. Ir a los barrios altos. Los que no estaban inundados, donde ella vivía. Pero la calle que tomó estaba bloqueada por los escombros de un edificio que recientemente se había desplomado. Milgentes la vio atrapada y se acercó con cautela. Había vivido mucho y visto muchas cosas, pero no podía imaginar cómo esa perra naranja podría ser la clave para detener el colapso de las tres esferas. “Señorita, tome mi mano. Le doy nuestra palabra, no sufrirá daño alguno”. El tege se asomaba arrodillado en los restos del edificio. Extendía su mano a tres metros por sobre el hocico de Arami. El morro ensangrentado del carpincho la hicieron dudar. Pero la tierna mirada del roedor más grande del mundo fue un factor decisivo. Eso y que Milgentes estaba ya por alcanzarla. Entonces sucedió. La perra dio un salto y cuando sus cuatro patas estaban en el aire se produjo un estallido. Sonó como el choque de dos vigas de roble. Se vio como la aparición instantánea de una densa nube de polvo blancuzco. Al instante dos piernas humanas rompieron el agua plantándose con determinación sobre el asfalto. Milgentes se detuvo sorprendido. Arami, ahora una mujer pelirroja, extendió su mano y aceptó la propuesta del carpincho.
Ajenos a todo esto, Machuca era lanzado contra una pared por el fusionado que pretendía devorarlo. Este ser se asemejaba a un enorme sapo, tan grande como un oso. Con incrustaciones metálicas en diferentes partes del cuerpo. De la espalda caían seis tentáculos biomecánicos que utilizaba como látigos. Era imposible imaginar qué animales o cosas debieron mezclarse para parir semejante aberración. Mahapu en el callejo seguía luchando. Dos costillas rotas, las manos en carne viva y un ojo ciego por la sangre que manaba de un corte en la ceja. Retrocedía. No tenía mucho más para dar. De continuar, este ritmo, muy pronto, sería desmembrada por los numerosos brazos de Milgentes. El Tege llevaba a Arami en brazos. Ella estaba agotada, el cambio de forma no suponía una renovación en los músculos, todo lo contrario. El cíborg daba grandes saltos. De una terraza a otra. El joven bibliotecario enterró el brazo que aún le quedaba libre en las fauces del monstruo que ya lo daba por comido. Con sus enormes dedos marrones, de piel endurecida, sujetó con fuerza la base de una lengua espinosa y caliente. Con un gruñido animal, la arrancó de la garganta y una catarata de sangre y vísceras cayó sobre su rostro. Gritó a Mahapu que el camino estaba despejado. Ella se zafó de la horda. Corrió, cerró la puerta por donde había entrado y la trabó tumbando una estantería llena de bolsas de cemento y cal. Ambos salieron corriendo por la puerta delantera de un viejo corralón. Respiraron a más no poder buscando aliviar el manojo de músculos temblorosos en que la batalla los había convertido. Descansaron las manos en las rodillas. Hincharon sus pulmones, goteaban sangre propia y ajena. Volvieron a correr. Treparon a un par de autos apilados, a los restos de una casa y escalaron las escamas del canucal hasta pararse sobre su lomo.
El Tege vio a sus compañeros de viaje y saltó hasta donde estaban. Una vez reunidos y sin dar tiempo a explicación alguna, sacó el translocador de un morral que llevaba consigo.
Cuando Milgentes lanzó un avión contra su vehículo, la explosión que dejó inconscientes a sus compañeros no fue rival para los reflejos tecnológicos de su cuerpo cibernético. Pudo escapar y ser testigo del secuestro de Machuca y Mahapu. Una vez que Milgentes dejó la zona del ataque, el carpincho volvió al lugar de la explosión y recuperó lo que pudo. Trazó un plan y trabajó sigilosamente hasta tener todo listo. Ahora saciado con sangre nueva todo el conocimiento de la piedra profunda, corazón de su nuevo ser, hervía fresco en su mente. Movió los anillos numerados del translocador. Era un cálculo sencillo, sería un desplazamiento de unos cuantos kilómetros. Nada más. A un punto visible desde donde se hallaban. Mismo tiempo y esfera. Milgentes se subía al canucal como las hormigas se suben al cadáver de un gorrión. El carpincho hizo girar el translocador sobre sus cabezas. Se comenzó a formar un círculo brillante sobre ellos. Arami susurro “Nos va a seguir cazando”. Quinientos cuerpos los estaban acechando. Rodeados por el zumbido del milagroso artefacto, el dispar cuarteto se desvaneció casi por completo. Permanecieron como una presencia fantasmagórica debido al dispositivo de seguridad del translocador. Reaparecieron unos segundos después para volver a desaparecer definitivamente, pero en el instante que volvieron a ser totalmente corpóreos, El Tege disparó una señal que activó numerosos chisperos dispuestos a lo largo del cuerpo del canucal. El Cíborg conociendo la anatomía y las reacciones químicas al descomponerse el cuerpo del dragón marino, sabía que aquella bestia se había convertido en una bolsa serpenteante de gases aprisionados listos para estallar. Bastaba con solo una chispa y él le había ofrecido catorce. Tan grande fue la explosión que se hizo sentir en las tres esferas. Milgentes en todas las encarnaciones que allí tenía, fue carbonizado y en la mayoría de los casos también pulverizados.
El, ahora cuarteto, apareció a unos pocos kilómetros al sur del valle del río Chubut. Delante de ellos el escalonado horizonte patagónico, visible apenas por un leve degradado de azul a negro. Sin mucho tiempo que perder ahora que tenía todas las piezas necesarias, el carpincho cibernético debía poner en marcha la última parte de su plan, antes de que fuese demasiado tarde para salvar el futuro de las tres esferas.
Etiquetas: Biblioteca del Fin del Mundo La columna de El Santa Videojuegos